La líquida vida moderna es una escenificación cotidiana de la transitoriedad universal. Nada en el mundo está destinado a perdurar, y menos aún a durar para siempre. Los objetos útiles e indispensables de hoy en día son los residuos del mañana. Nada es realmente necesario, nada es irremplazable. Todo nace con el sello de la muerte inminente (...) Todas las cosas, nacidas o fabricadas, son hasta nuevo aviso y prescindibles.
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